SOLO EL SILENCIO

Como solo soy un diletante literario, reconozco que cuando me enfrento a una novela me dejo llevar por mis sensaciones, sin pretender nunca un análisis crítico riguroso de la obra, Dios me libre. Por eso, al terminar TE LLAMARÉ TRISTEZA de Miguel Sánchez Robles , tengo claro que mi modesta aportación como francotirador noreseñista sobra. Que cualquier cosa que pueda decir solo serviría para desnudar mi medianía, mi imposibilidad de ni siquiera avistar esas cumbres por las que nos encorda el autor desde la página 1. Que hay lecturas que no son para leer, sino para subrayar, para detenerse, para chupar, para digerir, para no salir de tu asombro, para echar humo. Que, a pesar del mínimo hilván de la trama, son las propias imágenes que te golpean a cada frase, esos fogonazos tan originales como lúcidos, siempre al borde del precipicio pero sin caer en la irracionalidad (o en un absurdo que solo encuentra acaso sentido en la propia mente creadora, como en otros casos de cuyo nombre no quiero acordarme), los que te sujetan a una cima por la que te arrastras sin oxígeno, totalmente ido, como en un más allá adivinado de lucidez última.
Por eso le pedí permiso para extractarle. Es mi única noreseña posible.
Reverencia, silencio y respeto.
“Lo único que anhelo es que mi vida tenga sentido, un sentido, y que el tiempo pare un poco conmigo a esperar, como esperan con nieve los trenes en las vías”.
“Ese hombre siempre tan callado que parece haber estado a solas alguna vez con Dios o con la muerte”.
“La alegría de existir comienza cuando uno descubre que sabe y puede hacer bien una cosa buena”.
“Los seres humanos buscamos incesantes un sentido, no hacemos otra cosa, hasta el día en que nos sentamos para siempre frente al televisor y hacemos poza en el rincón del sofá”.
“Hay quien se vuelve viejo buscando por los bares su alegría”
“Solo el lenguaje es el único lugar donde uno puede ser él mismo, donde puede hacer lo que quiera. En los demás ámbitos de la vida tienes que ser lo que te ha tocado ser”.
“Esa ansiedad que consiste en que la muerte vaya más deprisa que la vida”.
“Tengo esa sensación de estar conforme con la Creación como quien compra imanes para decorar el frigorífico y es feliz haciendo eso”.
“Siempre fui una mujer llena de frío y ruido de lluvia… condenada a sentarse frente a las tragaperras del destino o a pasarse la vida en uno de esos sanatorios que hay cerca de la nieve”.
“Le entregaría mi existencia a cualquiera para que se hiciera cargo de ella”.
“Me miró con ojos de saber estar en el mundo”.
“A veces echo de menos no haber nacido en una de esas familias en las que la madre cose, el padre bebe un poco, pero cumple en el trabajo, y los niños crecen despacio, muy despacio, como llega la sombra a los ojos de un muerto”.
¿Cómo es posible que no se peleen los lectores por llevarse el último ejemplar de las librerías?
Amén

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