PEDRO UGARTE Y NUESTRA HISTORIA

Hay personas que vamos siempre a remolque de nuestro tiempo, que llegamos tarde a todo, aunque (no hay mal que por bien no venga), igual así al experimentar lo que otros ya vivieron cuando tocaba, lo disfrutamos más, con esa intensidad ansiosa que incuba la espera. Lo mismo me pasó con la lectura. Confieso que desde que decidí abandonar mis prejuicios y lanzarme de cabeza al mundo del cuento, no paro de recibir alegrías. Y es que, a cierta edad, es tan difícil que nos sorprenda algo en la vida, quitando las desgracias vírico/bélico/climáticas de rigor, que cuando descubres un mundo nuevo, personal, deslumbrante, condensado en unas pocas páginas, no puedes evitar reprocharte el tiempo perdido. Fue en una charla on line entre Eloy Tizón, Javier Morales y Carlos Castán Andolz donde oí hablar por primera vez de Pedro Ugarte, en términos tan elogiosos que un neófito como yo no pudo dejar de apuntar, viniendo de tales maestros del género.
Como suelo, empecé el libro a voleo.
“De Elsa yo sabía lo que puede saber un hombre de su esposa: algo menos cada día. Y como llevábamos más de diez años casados, estábamos a punto de convertirnos en unos perfectos desconocidos”.
Eso es ir al grano, pensé, impactado, qué difícil le será mantener la tensión. Pero me equivocaba. Con un estilo tan natural como ligero, por un momento, si te paras a pensar, parece que vas leyendo sin leer, igual que el que mira o el que ve pasar, que es precisamente lo que busca el autor, embarcarte sin empujón alguno en el velero que te fleta como de pasada, como diciendo ¡ah, has picado, ya eres mío! Hasta los mismos finales te vienen deshilados con la bobina de las páginas anteriores, resolviéndolos con la misma lógica simple y aplastante que los encausa, porque debe ser así, sin apelación posible. Y todo ello sin ahorrarse alguna salida de tono espectacular, pero que es capaz de endosarte sin desafinar, con la misma corriente que le fluye y te lleva (“un cielo de nubes sucias daba la medida difícil e imposible de Dios”).
Ugarte nos habla siempre de la crisis, en sus distintas vertientes. Sea la de un ajuste financiero familiar, o la de un padre gris que deposita toda su esperanza de redención en su hijo, o la de un matrimonio que a los diez años se rutiniza tanto que de repente se miran como extraños (“los recuerdos tienen menos densidad que los sentimientos, por eso los viejos se van diluyendo poco a poco”), o la de la perfecta regaladora, o la de un millonario que, en plena soledad, busca un asidero humano imaginario a una vida que se le escapa, o la de una bailarina frustrada, o la de los amigos cuarentones que se juntan para rebuscar en esos días de vino y rosas de antaño. Incluso de la crisis de la propia amistad como valor absoluto, sin ánimo de lucro.
“Las cosas no pueden ir siempre bien. Los seres humanos no estamos preparados para eso”.
Para lo que no hace falta prepararse es para leer a Pedro Ugarte, y menos aún para descubrir nuestros secretos. Solo tienes que empezar, él ya se encarga de todo. Otro imprescindible.

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