ESE INSTANTE DECISIVO

El verano es una cabezada en el sofá, un tiempo de mentira suspendido en el de verdad (o al revés), una forma de salirnos o de encontrarnos. Por eso las noches de verano son todo menos unas noches cualquiera, de esas que solo apagan la luz del día, sin más pretensiones. Anoche, cuando la conversación fluía fresca, sin libreto, como consciente de su importancia, de su propia fugacidad entre las Perseidas, alguien preguntó:
—Y vosotros, ¿cómo os conocisteis?
Sí, seguro que alguno, de esos que no se apean del prosaísmo laboral del invierno ni en fiestas, pensará que vaya idiotez. Que las cosas pasan porque tienen que pasar, igual que pasan los segundos sin avisar ni quedarse ni volver, por mucho que volvamos sobre ellos. Que de qué vale pararnos a pensar en por qué hicimos esto o lo otro si el ahora ya es mañana. Si nunca vamos a saber si todo estaba escrito ya, igual ni cuando acabe la novela que ingenuamente pensamos que escribimos.
Pero la noche llevaba sus propios tiempos, esos que solo fluyen con el tintineo de las estrellas amigas al relente. Y enseguida nos lanzamos a rescatarnos del fuego absurdo de las horas fugaces como cometas invisibles, a contar nuestras historias (total, qué es el verano sino literatura de ficción en vena). El que, tras presentársela la amiga, culo con culo en el alféizar del bar, la empuja y cae, sin siquiera sospechar todo lo que vendrá después. La que debe su futuro a ese boli de buena tinta con el que él grabó su número en la mano sin más, y que aguantó indeleble aquella noche, y tantas después. El que, decidido al todo o nada, la llama a la hora del gallo una mañana tras otra, hasta derribarla por insistencia, como se asediaban antes los castillos. La que, tras echarle el ojo entre la maraña negra de tunos que la rondaron a la noche, se lo encuentra a la tarde siguiente pulsando decidido su fonoporta, ante su sorpresa. Los amigos de pandilla que, esa noche, supieron que su momento, ese que nos hace como somos ahora, alunizaba imparable desde la Perseida giratoria del techo de la Dixy.
Siempre me ha llamado la atención ese instante decisivo que te cambia la vida. Sea un flechazo en la diana del pecho, sea la revelación de la trama de tu propio libro, ese que piensas que escribes cada día, sea un simple gesto de renuncia que se pierde en el olvido. Por eso es el tema central de mis dos novelas publicadas, #operacionpicasso y #turileda.
¿Dónde estaríamos si una noche fugaz de verano, hace ya tanto, no hubiéramos decidido, mirando al cielo luminoso de tus ojos en los míos, dibujar nuestra propia estela?

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