A veces es mejor no leer, si uno quiere que sus pocos mitos le sigan sosteniendo en pie. Si no tuve bastante con descubrir en su día que mi admirado Vargas Llosa cojeaba de la misma pierna que los mortales, voy y me entero ahora que durante la pandemia, más que leer, los españoles bebieron, duplicando los casos de hepatitis alcohólica. Eso es que no escucharon al doctor Restak, neurólogo y profesor de la Universidad George Washington, que recomienda leer libros de ficción para activar la mente, pues “es mucho más exigente desde el punto de vista de la memoria, sobre todo si uno está leyendo una novela compleja” (anda, como la mía, pienso, y me apunto la frase para la promoción). Y es que no hacemos caso a los expertos, que para eso han estudiado, otro gallo nos cantaría. Seguro que así mejoraría nuestra salud mental, que, al parecer (tercer mito caído) no es buena, pese a nuestra saludable dieta mediterránea y a que ni siquiera estamos en guerra con otros, que sepamos. Pero debe ser que las libramos con nosotros mismos, a la chita callando, pues el 15 % ha pensado en el suicidio, y el 20 % le pega a los psicofármacos, que, al carecer de especialistas, se recetan a tutiplén, para acallar al personal y dejarlos relajadicos tras la consulta, con esa paz interior con la que salíamos de chicos de misa tras el podéis ir en paz, de la mano de nuestros padres.
Ya decía Samuel Johnson que todo reino es una familia, y toda familia un pequeño reino. Por eso debemos dar gracias a Dios de que las calamidades no vengan de los que amamos (parafraseando al filósofo Han Fei Tzu, que advirtió así a su emperador en el siglo II a.C.). Otro filósofo, este también youtuber, no como el chino, y profesor en la Autónoma madrileña, nos descubre en prensa que “la gente que más libre se siente es la más esclava de sus deseos y apetitos”. Y que “la libertad se manifiesta negativamente cuando la deseas y la buscas”. Cuarto mito caído de la tarde. Y yo que pensaba que era siempre cosa de los otros. Como las mujeres que quedan por Tinder, la aplicación que manejan nuestros jóvenes y solitarios para ligar. Parece ser que el 57,9 % se han sentido presionadas para tener sexo, y que el 22 % fueron violadas. Y quiero pensar (esto no lo leo) que igual esos acosadores son los mismos que engrosan las estadísticas de hepatitis alcohólica, las listas de espera psiquiátricas y que igual hasta se sienten adalides de su libertad. Una libertad que choca siempre con la de otras, qué le vamos a hacer, pensarán (si eso).
Esta tarde me he levantado de la siesta cojeando, y me quedado entre tanto leer y tanta estadística sin mitos para merendar. Por no quedar, ni siquiera me queda la posibilidad de echar el socorrido viaje a Estambul para, entre mezquita y bazar, volverse sin lorzas y con pelo, por lo del botulismo (quinto y último, ya está bien). A veces es mejor no leer, a pesar de los sabios consejos del doctor Restak. O leer solo lo que uno ha escrito, y sabe de buena tinta que jamás será un mito, por muy complejo que sea.
